En la segunda edición, decidimos centrarnos en una tradición única de Épila: su Carnaval. Se trata de una celebración muy popular que refleja el espíritu de una comunidad modesta. En el pasado, la gente podía tener pocos recursos, pero esto nunca les impidió reunirse y celebrar con alegría y creatividad.
El concepto de Carnaval —la idea de lo que se esconde tras algo— se extendió al uso de un espacio hasta ahora oculto: el antiguo Palacio del Conde de Aranda, un edificio histórico que perteneció a la Duquesa de Alba -hoy propiedad del Ayuntamiento- y en el que sus espacios interiores albergaron las diferentes instalaciones artísticas, permitiendo ver la evolución de los procesos creativos, además de otras actividades con un enfoque participativo y de celebración.
Intervención mural en el antiguo Matadero Municipal, en el cruce de Carretera de Muel-Lumpiaque con Carretera de la Almunia.
Si el leitmotiv de este año era reflejar sus tradiciones y en concreto el carnaval, Fasoli ha resuelto este asunto plasmando una visión propia de esta fiesta popular, pero incluyendo los relatos de Épila y, sobre todo, sus características ‘Mascarutas’ (personajes que cubren su rostro con un “taleguillo”, un trozo de tela con pequeñas aberturas que durante el día de carnaval permite ocultar el rostro de sus portadores, quienes tratan de adoptar otra personalidad). Sus personajes se han nutrido, además, de las aportaciones hechas por los vecinos, los cuales le han mostrado fotografías y contado relatos de sus vivencias en torno al carnaval.
Intervención mural en calle Entremuros.
En su intervención mural, Dani habla del carnaval de Épila, con sus famosas mascarutas, vinculándolo con el carnaval de su tierra, Gran Canaria, jugando con la descomposición de las formas y el color como protagonistas.
Intervención mural en calle Cortes de Aragón.
Instalación artística en interior del Palacio de Conde Aranda.
Isabel realizó dos intervenciones artísticas, por un lado, un mural y por otro una instalación. Ambos trabajos ligados a su tesis doctoral en torno al ornamento: su uso a lo largo de la historia, su desprestigio, su recuperación y puesta en valor.
Por ello, puso el foco en el ornamento del Salón Principal y otras estancias del palacio y lo enfatizó en su obra, ofreciendo una reflexión en torno a este tipo de trabajos considerados a lo largo del tiempo como “artes decorativas” o “de segundo grado”, cuando han sido un medio que se ha expandido por multitud de superficies y, por lo tanto, tiene un carácter desjerarquizante. Además, a través de su intervención mural, consigue no sólo darles valor, sino sacarlas a la calle, hacerlas accesibles a todos los vecinos, mostrando algunos de esos elementos que históricamente han permanecido ocultos dentro del palacio.
Por otro lado, la instalación del palacio trata de una serie de telas impresas a modo de tapices que hacen descender el ornamento del alfarje y, donde sus formas han sido ligeramente modificadas para infiltrar la frase “No es delito”. Esta sentencia se opone al ensayo Ornamento y Delito de 1908 del austriaco Adolf Loos, en el que se enjuiciaba a estos elementos decorativos como “una carga para la sociedad”.
Instalaciones artísticas en el interior del Palacio de Conde Aranda y diferentes espacios de Épila.
Costa y Román se han unido esta vez para realizar una instalación en este lugar íntimo y de recepción del Conde. Una lámpara de cañizos y flores, material obtenido del campo (y en el caso de las flores, de los comerciantes del pueblo) cae desde el techo emulando las valiosas lámparas de araña de cristal de roca que tenían sus estancias. Una pieza que recuerda también al amor truncado (ramo de novia volteado) que se percibe desde la ventana, ya que se ve un teatro a medio construir que el propietario encargó para su amada, pero como su historia de amor no terminó como se esperaba. Junto a esta pieza una tela (red de protección de cultivo) cuelga de una de las paredes a modo de tapiz e intervenida con el color de la remolacha, un recuerdo a la industria azucarera del municipio y al trabajo de las mujeres. Lujos, mobiliario y decoración que no hubieran sido posible sin el esfuerzo del exterior, el pueblo, por ello Costa y Román otorgan el protagonismo a estos materiales que a su vez escapan por sus balcones para volver a su origen. La necesidad de jorear el palacio, desenmascarar y alertar sobre el tremendo expolio que sufrió antes de su donación.
Instalación artística en el interior del Palacio de Conde Aranda.
Entrar en un espacio de este tipo, como es el Palacio, ha llevado consigo una puesta en escena muy similar al evento de los disfraces, ¿quiénes accedieron al palacio en el pasado? ¿Cómo lo hicieron? ¿Qué máscara o actitud tomaron? Su atuendo, su maquillaje o sus títulos les hicieron mostrar una identidad que en ocasiones no acompañaba a la realidad. Ese juego, engaño o trampantojo es el punto de partida de Daniel Vera, quien ha llevado a cabo una instalación en la que el anamorfismo, esa deformación óptica, ocupa la sala. A través de diferentes tejidos crea un paisaje ficticio que se modula con la geometría y los volúmenes de la estancia. A su vez, un ente circular capta nuestra atención, un símbolo con carácter cuasi divino que se difumina en el pasado, la parte más alejada, mientras que los colores tierra del pueblo hoy son los que preceden y deciden.
Esta unión entre ambos juega con la doble visión de lo oculto y lo visible, ya que la pieza se encuentra en el interior del Palacio del Conde Aranda, pero puede ser vista desde el exterior a través de una ventana que permite un único punto de vista.
Intervenciones artísticas en calle del Barrio Nuevo.
Durante estos días capturó a los viandantes que luego modificó; disponiéndolos siempre de espaldas para omitir la identidad de los personajes al espectador, de igual manera que ocurre el día de carnaval cuando éstos cubren su rostro y modifican su atuendo. Al mismo tiempo, el muro elegido otorga un carácter singular, ya que se funde con los retratados y aporta esa sensación onírica tan común en los trabajos de Emma Gomara.
Intervenciones artísticas en Plaza España y calle Arbellones.
En este caso, Ruth realizó dos acciones independientes. Por un lado, un taller desarrollado en las estancias del palacio junto a aquellos que se implicaron en el taller de la A a la Z. Este consistió en hacer hincapié en aquellas letras que representaban al pueblo como A de Azucarera o C de Carnaval, para luego realizar un collage en el cual se reflejaban las vivencias de cada asunto.
Y por otro lado, unas intervenciones artísticas en forma de collage, dispuestas en el espacio público. Estas intervenciones, fueron fruto de la colaboración de los vecinos, que aportaron fotografías e historias personales y que dieron lugar a unas piezas que titularon “Álbum familiar de un pueblo” y se expusieron en los exteriores del municipio.
Exposición fotográfica en el interior del Palacio de Conde Aranda.
Nacho Bueno lleva años visitando y fotografiando los particulares carnavales del municipio. Con una muestra de estas imágenes, nos da la bienvenida al Palacio una pequeña exposición y una videoproyección con imágenes de varias ediciones, que nos acercan a conocer una de sus fiestas más destacadas.
En esta edición, las puertas del Palacio del Conde Aranda se abrieron varios días, para que los vecinos pudiesen conocer los procesos de trabajo de los artistas que realizaron sus intervenciones en su interior. Además, se llevaron a cabo otras actividades como catas de vino, charla con artistas, visitas comentadas a los murales y las intervenciones artísticas, actuaciones musicales, una exposición fotográfica y talleres participativos.